Milagros
«El Tanque de gasolina»
Lejos de casa, con lluvia y de noche; andaba en mi auto sumida en mis propios pensamientos y escuchando música celestial; disfrutando esas melodías que siempre llenan el corazón, pero olvidándome por completo que el auto ya no tenía casi gasolina y el foco de la reserva ya se había prendido. Sentía que cada vez que apretaba el acelerador una rayita más bajaba. Finalmente, cuando solo era una rayita la que marcaba, llegué a una avenida que contaba con un Tecalli.
Paré el auto y me acerqué al oficial que estaba en ese lugar, mientras desde lo más profundo de mi corazón le decía a Mike ( Arcángel Miguel) y a toda la corte celestial que me ayudaran y rezaba: Ángel de mi guarda, dulce compañía, etc.
Le dije al policía que si no tenían gasolina que me pudieran vender o que me indicara dónde estaba la gasolinera más cercana. Me dijo que no tenía gasolina y me mostró en un mapa dónde estaba la gasolinera más cercana y cómo poder llegar a ella ( faltaban 10 minutos), pero muy tierno me dijo, no se preocupe, es de bajada, ponga el coche en neutro.
Le di las gracias y subí nuevamente a mi coche y qué creen?, de pronto la aguja marcaba medio tanque, sí, exactamente medio tanque.
Inmediatamente le di las gracias a toda la corte celestial, seguimos platicando y continué mi camino a casa. Obvio, si pasé de todos modos a la gasolinera a llenar por completo el tanque pero solo pagué medio tanque, no es maravilloso?
Los milagros ocurren a cada instante, en lo pequeño y en lo grande, para los que creen y para los que no. Nunca estamos solos, por siempre cobijados y amados.
A lo largo de mi vida ,he tenido la bendita fortuna de compartir mensajes del cielo y de vivir hermosos milagros para otros o para mi. Hoy fue un honor compartirte uno más.
Gabriela Zarzosa Quintero
«Flores Blancas del Paraíso»
Ese día, en esa cama de hospital, tomada de tu mano, conocí una fuerza interior que me permitió no quebrarme; ni siquiera quería que escucharas en algún momento mi voz temblar; todo lo contrario, quería que escucharas esa tierna voz llena de profunda paz y agradecimiento.
Recuerdo a detalle todo lo que estaba ocurriendo en tu alma, mente y corazón; se me había permitido vivir contigo ese momento divino de tu existir, pues sólo Dios podía comprender el sublime e infinito amor que siempre nos ha unido.
Y así, mientras tu cuerpo estaba en coma inducido, era tierna espectadora de las visitas que tenía tu alma nuevamente a los momentos de tu niñez y de tu vida; te tomaste el tiempo perfecto para despedirte de todos y agradecerles su amor y presencia en tu vida. Yo por mi parte, me tomé el tiempo perfecto para amarte, besarte, agradecerte por todo y platicar de tanto y tanto, quería que te quedaras completamente en paz y tranquila.
Es impresionante como un momento de tanto dolor, puede estar lleno de amor. Te cantamos tus canciones favoritas, te hacíamos bromas, orábamos y por momentos no nos paraba la boca, pues sabíamos que todo lo estabas escuchando.
Pasaron 11 días desde que ese aneurisma nos tomó por sorpresa y fue entonces cuando pude ser testigo de esa amorosa e íntima plática que tuviste con Dios, es indescriptible el amor con el que tiernamente te habló y con el que tu divinamente le hablaste. Me dejaron impregnada de un infinito amor. Ese momento cambió mi vida por siempre.
Sabía en ese momento, que tenía las horas contadas para besar tu mano y bello rostro por última vez; así que volví a platicar contigo de los Milagros y sus señales. Te dije lo mucho que me gustaban las flores y lo que significaban para mi, así que te pedí que cuando llegaras al cielo, me mandaras una señal… flores blancas.
Ese día por la tarde, soltaste finalmente tu cuerpo a los brazos de Dios; el cielo estaba puesto para ti y tus bellas alas doradas ya estaban listas. Nuestros corazones ya habían pactado una nueva forma de comunicarse y amarse; además, siempre tendríamos nuestras canciones, las que yo te dediqué y las que tu me dedicaste para sabernos la una en la otra.
Siete días después, un amigo del trabajo llegó a mi lugar con un gran ramo de flores blancas. Fue un tierno mensajero de tu amor. Yo en ese momento no podía dejar de llorar mientras le daba gracias a él, a ti y al cielo.
Amé cuando me platicaste que en todo tu camino te acompañó el Arcángel Gabriel y ya en el cielo, te recibió nuestra amada María.
Aquí están algunos de los pétalos de esas hermosas flores que atesoro con profundo amor. Huelen a ti, huelen a Dios, huelen a amor.
Te amé antes, te amo hoy y volveré a amarte, el tiempo del amor siempre vuelve.
Autor: Gabriela Zarzosa Quintero