Especiales
«El Regalo de Navidad»
Hace unos meses, durante la época Navideña, mientras visitaba un Centro Comercial algo maravilloso sucedió. En ese lugar, todo era luces, un Arbol de Navidad Gigante y esferas que adornaban todo el centro comercial.
Mientas bajaba las escaleras eléctricas, me llegó de golpe un aroma muy particular y poco común, era el aroma a colación (dulces navideños). En lo particular nunca me ha gustado la colación, pero pude identificar perfectamente su olor. Miré a un lado y miré al otro lado y no había colación por ningún lado, entonces sabía perfectamente que algo importante sucedería.
Ya en la Planta Baja del Centro Comercial, me detuvo la visión que estaba sucediendo; parecía que estaba en un momento de pausa, porque aunque físicamente estaba ahí, mi ser estaba en el patio de la primaria en la que estudié. Era verme en el cuerpo de esa niña pero tenía la conciencia de la mujer que hoy soy y la sabiduría de toda mi existencia eterna.
En ese momento me dio mucha ternura que el patio que de niña se me hacía gigante, veía tan grande y extenso, realmente era pequeño. Ese día se celebraba la posada de Navidad, así que no había clases, no llevábamos uniforme y lo mejor de todo, había dulces, piñata y mucha alegría.
Vestía de azul, blanco y rojo; llevaba en mis manos una canasta de colación y felizmente escuchaba mi canción favorita… Los peces en el río.
Y mientras escuchaba de fondo las risas de mis amigas y compañeras de la escuela, mi cuerpo, el de aquella niña, se quedó ahí nuevamente en pausa, ya que de pronto me veía caminando en una calle en otro tiempo, mientras caminaba, sumamente emocionada, con el corazón palpitando a mil, a sabiendas de que vas a reencontrarte con alguien sumamente especial, parecía que conocía muy bien el rumbo porque caminaba muy segura de mi misma con una certeza absoluta de el lugar exacto a dónde me dirigía… a una calle donde mi mamá vivía cuando era niña; ella y yo teníamos la misma edad… 8 años.
Yo sabía perfectamente que ese momento era sumamente importante y que cambiaría el curso de su vida y también el de la mía. Traía en mis manos, esa canasta de colación, una ropa muy bonita para ella pero además de eso, ya le tenía preparada una sorpresa gracias al apoyo de sus hermanos.
La ví y es indescriptible el amor que sentí y el que ella sintió. Por supuesto que nos conocíamos de siempre, yo no quería dejar de verla y extasiarme de ella, me encantaba verla de niña, sonreímos con mucha alegría y prontamente nos abrazamos, empezamos a jugar mientras dábamos vueltas y le entregaba sus regalos. Su carita era como cuando recibes un gran regalo que no te lo esperas, era saberse tan exquisitamente especial y amada. Yo disfrutaba y guardaba en mi corazón ese momento. Esa era mi misión… Hacerla sentir especial, amada, valorada y que ella merecía lo mejor de la Navidad y del Universo. Era trascendental empoderar su autoestima, el poder de sus sueños y anhelos y que tuviera la certeza de que milagros siempre ocurren pues sabía perfectamente que ese momento cambiaría todo en ella.
Mi mamá venía de una familia muy grande y vivían de una manera muy precaria, sobretodo en ese momento que todos eran muy niños. Era imposible pensar en algo especial para la Navidad, en juguetes o grandes regalos; pero yo le tenía algo especial para su corazón.
Le vendé los ojos y la tomé de la mano, caminamos hacia la casa donde vivían, había un como patio central pequeño, con cosas viejas, tinajas y uno o dos lavaderos. Todos sus hermanos ya estaban ahí en circulo, muy felices. Nunca voy a olvidar la ternura de sus caritas, llenas de alegría, inocencia, esperando que ese momento no terminara nunca. Yo quería que disfrutara este momento con ellos, así que de pronto, en la parte central de ese patio, ya estaba lista una piñata gigante y hermosa. Le destapé los ojos y no dejaba de dar gracias a Dios por permitirme verla tan feliz. Yo tampoco quería que ese momento terminara, mientras disfrutábamos todos de ese momento, llenos de dulces, alegría y júbilo, claramente solicité el apoyo de los ángeles y arcángeles del cielo quienes al unísono del amor se colocaron en círculo alrededor de todos nosotros. Todo se iluminó cual estrella de Belén, pues era una luz que casi casi segaba la vista.
Sabía que tenía poco tiempo así que aproveché para abrazarla y jugar como las mejores amigas, mientras mi corazón susurraba: «Te amé antes, te amo hoy y volveré a amarte. El tiempo del amor siempre vuelve;» y con el destello de esa luz, de pronto estaba nuevamente en el Centro Comercial.
El amor todo lo puede, todo lo es y vive en el tiempo eterno. Somos más grandes de lo que pensamos y podemos movernos dentro del tiempo eterno. Es parte de su magia.
Hoy, en profundo amor, te quise compartir una hermosa experiencia personal de amor, no importando si lo puedes creer o no. El amor todo lo puede, todo lo sana y todo lo conquista.
Somos realmente amados… y así es.
Somos realmente amor… y así es.
Autor: Gabriela Zarzosa Quintero
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«Los vientos cálidos del amor»
Con los vientos del verano, cruzamos la mitad del año, para adentrarnos a lo más profundo de nuestro ser. Ha sido un largo viaje de regreso a casa, de regreso al amor; pero aquí estamos, despojándonos día a día de nuestros miedos, los cuáles como costras encarnadas habíamos alimentado y sostenido en nuestro ser. 
Por mucho tiempo cedimos al desamor; compramos millones de boletos de ida y vuelta al miedo y al dolor; y en todas esas travesías juntamos miles de penas, venganzas, culpas y vergüenza; guisamos banquetes de desazón y desilución; experimentando lo que no somos, a lo que pertenecemos y lo que finalmente esta caducando por decisión propia. Termina la obra de teatro, el ego, la ilusión, la mátrix y sus engañosas máscaras. Caducó el tiempo de experiementar lo que no somos.
Así que aquí estamos, de cara al Sol, con la frente en alto y el corazón palpitando; para llenarnos de la nueva energía de este bendito sol; el cual, al unísono del amor, se esta alineando al sol central de las Pléyades (Alcyón), al sol central de nuestro corazón , a nuestra chispa divina, a la llama eterna del amor.
Los bailes celestiales de las tormentas solares de estos tiempos, nos llenan de vida y de una vibración única hacia el gran portal cósmico del del 888 ( 8 de Agosto del 2015). El tiempo de traer el cielo a la tierra, el tiempo de los milagros y la posibilidades infinitas. Finalmente nos atrevimos a ver de cara al sol, para que iluminara y transformara toda energía de miedo, crueldad y dolor.
No ha sido fácil, para llenarnos de luz es preciso soltar todo lo que no es luz; para abrazar el amor es fundamental soltar todo lo que no es amor ; y tu alma lo sabe muy bien, así que llena de fuerza, certeza y amor te esta sacando de los lugares, personas, situaciones, hábitos y vicios con las que has navegado en ríos y ríos de desazón; pero a pesar de tanto dolor, aún te aferras a ellas, sintiéndo que todo se desmorona a tu alrededor, te aferras a los milenarios hábitos y costumbres; te aferras a creer en el dolor y no en el amor; te aferras a empequeñecerte, a compararte y a lacerarte; dudando en todo momento de quien eres, de todo y todos; haciendo lo mismo con la humanidad.
Pero tu alma ya abrazó al amor, escuchó su propia voz que es la voz de la Fuente Celestial y sintió el regocijo de regresar a casa, al amor, a la gracia, a la paz, al poder, a la fuerza, a la sabiduría, a la salud y a la magnificencia; avivó nuevamente su fuego interior; y sabes qué? ya no hay marcha atrás, el único camino es el del amor.
Así que cada vez que sientas que algo o todo se desmorona a tu alrededor no tengas miedo, porque simplemente se está derrumbando todo lo que no es amor, todo lo que ya cumplió su ciclo, todo lo que ya no saca lo mejor de ti, o de otros, todo lo que no forma parte de tus misiones, ni de la gloriosa experiencia de experimentar el cielo en la tierra; y cada vez que te sacuda el miedo o el apego, recuerda siempre a la divina orguga, aquella que llena de amor y de certeza, desmoronó todo lo que creía que era su mundo (pero que realmente no lo era), era la única forma de poder volar y experimentar el amor en el viento, en la flor, en cada expresión de amor. Ella se dejó cobijar por el amor, parecía que invernaba, pero estaba siendo arrullada, el aliento de Dios formaba sus nuevas alas, su única tarea era creer que ya era una mariposa, creer que recorrería el mundo en esas alas, creer que ella ya era una expresión de amor.
Así que suelta; despréndete de todo lo que no eres, no temas más, descansa finalmente en los brazos del amor y deja que los vientos cálidos del verano, construyan eternamente, la mejor versión de ti mismo, de lo que realmente eres… La Expresión de Dios, la expresión del Amor.
El tiempo del amor siempre vuelve, y así es!
Autor: Gabriela Zarzosa Quintero.