Especiales
La grandeza de la niñez
No sé ustedes, pero entre más pasan los años y me permito ser más sabia, comprendo que todo lo que me ha pasado, me está regresando al punto inicial de la vida… a la grandeza de la niñez.
Es como si la amorosa, segura, poderosa y tierna niña de 4 años volviera a tomar su posición en mis recién cumplidos 46 años jijiijijijijiji.
Y es que para mi, son muy importantes los amores de mi corazón y mis amigas(os) de la infancia y adolescencia. Sentirles cerca de mí, me ancla, es decir, me recuerdan lo que es importante en la vida y lo que sólo estorba. Me siento completamente «yo» cuando estoy a su lado y estoy segura que también les ayudo a ser ellas(os) mismos cuando nos volvemos a ver.
Algo que también me sucede con los pocos, pero valiosos amigos que conoces a lo largo de la vida y de los que estás mega seguro que les conoces de un sin fin de vidas pasadas. Es tan divertido saber por instinto lo que les gusta y hablar con la mirada. Llegan como un tesoro generalmente en los momentos más oscuros de la vida y te ayudan a volver a sonreír y a llenar nuevamente el alma. Son esos hilos dorados entretejidos a nuestra alma. ¡Qué dicha volver a encontrarte con tus mejores amigos de vidas pasadas!, ¡Bendita vida, todo es tan mágico cuando nos permitimos descubrirlo!.
Comprendí que la vida es un círculo y que cada quien vive su propia vuelta al mundo, donde después de tanto teatro de lo que crees que eres, de tantas máscaras, de jugarle al mimo, al drama, etc. vuelves a desvestirte de toda etiqueta y regresas a ser esa dulce y pura alma de 4 años, que disfruta de brincar en los charcos cuando llueve, que se viste con todos los colores del arcoiris, que no pretende más que vivir cada día e instante, donde lo mejor del día es abrazar a tus amigos, compartir juguetes y descubrir un gran tesoro o rescatar a alguien.
Vuelves a esos tazones con cereal. Amas porque sabes que eso es lo que eres, lo que sabes hacer mejor y es lo que más te emociona al volver a abrazar a tus padres o ver a tus mejores amigos.
Nadie se fija si tu ropa es de un supermercado o si alguien la trajo de no sé que país. No te critican si te hiciste en los pantalones porque a veces pasa. No importaba si la comida era arroz con frijoles, siempre eran deliciosos.
Comprendes que todo se trata de un encuentro de almas. Es como sentirme enamorada cada vez que volvía a la guardería, a la primaria o incluso la preparatoria.
Después, todos entramos a clases de teatro, y entonces ya era importante la ropa de marca, las comparaciones, los apodos de doble filo, el interés, la competencia laboral, el alcanzar, el ser, el tener, etc. pero la vuelta al mundo seguía y seguía y en algún momento, nos mostraría nuevamente el camino al punto de partida… la niñez tan llena de magnificencia.
Así que tarde o temprano, uno vuelve al origen y si tienes el corazón bien abierto, aprecias todo con una sabiduría exquisita. Vuelves a tener tu corazón lleno de certeza, esperanza y amor. Ya no te habita el miedo, el mismo cobarde sale huyendo cuando comprendes la sabiduría del viaje de la vida.
Te atreves a vivir con la certeza de que cada día es un tesoro, aún con todo y sus desafíos. Aprecias lo que hay en el plato de comida como algo siempre sabroso y te sientes enamorada cada vez que te encuentras con los que amas. Las risas y carcajadas vuelven a ser frescas sin importar si te llenará la cara de caminos entrecortados conocidos como arrugas. La mirada es la del alma. El closet se hace más angosto, comprendes de que nunca necesitabas más de 10 prendas y dos pares de zapatos. Lo que te daba miedo, deja de importar y estorbar, comprendes lo que vale y lo que no.
Pues bueno, en mi caso, llevo años de vuelta hacia el origen de mi círculo. Mira mis ojos y adéntrate en mi alma. He decidido instalarme en esa sabia de pocos años hasta que expire mi último aliento porque es un honor y un deleite ser uno mismo y amar eterna e incondicionalmente.
Eres amor… y así es.
Eres por siempre amado… y así es
Gabriela Zarzosa Quintero.