Especiales
«El tiempo del amor siempre vuelve»
Enero de 1979 marcó mi vida para siempre. A la corta edad de 7 años, disfrutaba de que México era una explosión de amor debido a que el Papa Juan Pablo II nos visitaba por primera vez. Todavía acaricia mi corazón esa bendición de amor cuando a su partida, todos subimos con espejos a nuestra azotea o calle para recibir esa bendición mientras hacía su último recorrido por toda la ciudad. Miles de espejos irradiaban y reflejaban el amor de nuestros corazones iluminando toda la ciudad.
Mientras mis pequeñas manos cargaban un espejo de bolsillo de mi mamá, mis ojos voltearon y resplandecieron cuando vieron esos inmensos ojos color verde aceituna, divinamente cobijados por unas pestañas negras y enmarcados en un bello rostro de tez blanca; a pesar de ser tan pequeña supe que le conocía de siempre, sentí la paz de reencontrarte con alguien de quien lo sabes todo, a quien inexplicablemente ya amas, y quien a la vez es un absoluto misterio. A mi corta edad, no entendía lo que sentía, pero podía escuchar los rápidos latidos de mi corazón y electricidad en todo mi cuerpo.
No había necesidad de decir una sola palabra, nuestras miradas hablaban, y ese día tiernamente jugábamos a iluminarnos cada uno con su espejo. Los futuros encuentros se limitaban a un hola lleno de timidez y de alegría cuando nuestras mamás se encontraban, pero aprovechábamos para vernos fijamente a los ojos e irradiar la magia infinita de nuestros mundos. Él tenía un año más que yo.
Es sorprendente el amor que puede contener un corazón creado para amar eternamente.
De pronto, una desgracia atravesó su alma, y de hecho, también la mía. Un vecino que sufría de trastornos mentales se enojó con su padre y una mañana, esperándolo afuera del edificio le hirió a puñaladas. Mi papá, quien salía también en ese momento, vio la escena y prontamente agarró al desalmado vecino a patadas para desarmarlo mientras la policía y ambulancia llegaban. Después de varias semanas y con 27 puñaladas en su cuerpo, el papá de mi pequeño gran amor, subió a los brazos de Dios. Al poco tiempo supe que se fueron a vivir a casa de su abuelita.
Era una niña, pero sentí que se desgarró mi alma, y el dolor de él sin duda alguna era insoportable.
5 años después, mientras patinaba afuera de casa, me quedé inmóvil cuando lo vi nuevamente, venía caminando en mi dirección acompañado de un amigo y mientras platicaba, giró su rostro y sus ojos se cruzaron frente a frente con los míos pero… tristemente, siguió su camino sin fundir una vez más su mirada en la mía, no había más historia, no había más nosotros, no había el dulce recuerdo de aquella niñez. Nos convertimos en líneas paralelas caminando ya en distintas direcciones.
Nos cruzamos a menos de cinco centímetros, los cuales bastaron para quedar impregnada del exquisito aroma de su ser. Siguió su camino eterno dejando el pasado atrás. Mi corazón no dejó de verlo hasta que lo perdí de vista mientras el ocaso de esa tarde guardaba no solo a ese sol de abril, también guardaba a mi dulce corazón.
Esa noche, subí nuevamente a la azotea; aquella amiga cómplice de ese primer encuentro. Me recosté mirando al cielo, en ese silencio absoluto, atenta al parpadeo de todas mis bellas amigas estrellas. Mientras mis lágrimas formaban surcos en mi tierna piel, me permitía en esa fragilidad llenarme de su paz y de su amor; me recordaban mi verdadero hogar y me susurraron … “Hermosa niña , amada niña de las estrellas, no dejes de brillar, volverás a saber de él.”
El brillo de cada estrella me mostraba todos los momentos que habíamos compartido juntos y de pronto la más bella y grande de todas brilló con toda su fuerza; clara y amorosamente me dijo… “Estrella del amor, este momento lo recordarás a su debido tiempo”.
Seguí mi vida, llevando en mi corazón todos los bellos recuerdos de mi infancia y juventud. Finalmente llegó aquél día en el que regresando de trabajar prontamente veía en la Televisión mi canal favorito de videos en español. Prácticamente me paralicé cuando lo vi en la Televisión dando una entrevista sobre su vida profesional, era un extraordinario artista y pintor. Me senté prontamente para admirar no sólo su belleza etérea sino para escuchar su voz al unísono de los latidos de mi corazón. Quería hablar inmediatamente al programa para pedir información sobre él, pero de pronto todo se nubló y regresé nuevamente a esa plática con mis amigas las estrellas y recordé la continuación de aquella plática…
“Todo amor sucede en el tiempo perfecto y durante el momento perfecto de la eternidad. Todos los amores vuelven a amarse una y otra vez.
Corazones como el tuyo, tienen tanto amor dentro de sÍ, que son capaces de llenar de amor a personas que han vivido o están por vivir una experiencia difícil en su vida; amándolas en lo más profundo de su alma, pues tú sabes reconocer que son… Estrellas de Dios.
Tu amor es capaz de sanar y restaurar pues tú eres…Un Ángel de Amor. Le hiciste vibrar de tal manera que ese amor le cobijó en el momento más difícil de su vida. Esa era tu misión en él para esta vida y la cumpliste con honores. Ángel de Amor, volverás a saber de él, en otro tiempo, en otro espacio, para extasiarte de su ser y cobijarte en el calor de su alas”.
Autor: Gabriela Zarzosa Quintero
© Derechos Reservados.
Queda prohibida su modificación parcial o total.